lunes, 16 de septiembre de 2013

Cuentos para no dormir/Una breve reseña


Bajo la dirección de Luna Morena Taller Experimental de Títere, se presentó en el teatro del IMSS en Guadalajara Struwwelpeter (Pedro Melenas) obra que causó sorpresa por los símbolos análogos convencionales, por un lado las recomendaciones de los médicos, en particular a la visión de un especialista en pediatría y por otro el de los padres de familia que buscan la protección de aquellos niños que tienen comportamientos inadecuados.
Pero más que una visión de un pediatra a la antigua –literalmente correspondió a los años de 1845- el fabulador ilustra como los malos modales o comportamientos de niños pueden llevar consecuencias graves, para ello representan a una niña y a cinco niños: el goloso, el que no tenía apetito, el distraído, el desaseado el que se chupaba un dedo y la traviesa.
A pesar que la historia es aterrante por los desenlaces de cada uno de los pequeños, finales siniestros y traumatizantes, el manejo teatral permite cobijar con humor y enseñanza historias que seguramente en su literatura aconsejaban buenos modales.

Las sorpresas de los espectadores, se magnificaron con los desenlaces de los personajes, todos con final caótico. El entorno está cobijado de música, narración, movimientos de los títeres, coreografía, escenografía e historia que compaginaron en escena una grata ambientación entre sombras, oscuros y dos titiriteras que se ocultan tras overoles masculinos, ojeras prolongadas cuyo maquillaje acentúa la expresividad que encarnan historias alemanas.
Muchos elementos valiosos en la representación, se resalta el darle vida a lo inanimado, las titiriteras, ventrílocuas que con técnicas coordinadas en movimientos ofrecieron representar a niños que se sacuden, desploman, vuelan, queman o se hunden.



Los niños tienen advertencias morales, mi hijo, de cinco años disfrutó de los personajes y creo que nunca olvidará al que se chupa el dedo…

jueves, 5 de septiembre de 2013

Soy el árbol, fango de la flor y del fruto


Soy el árbol
Mi amor crece, como cuando crece un árbol que se planta, se cuida y se abona, como un árbol frutal que da además refugio a tu triste alma.

Cuando quieras venir a mí sólo tienes que cortar la fruta o aguardar bajo las hojas para alimentarte, descansar o cobijarte.

Me plantaste una mañana lluviosa, me cuidaste día a día sin darte cuenta que las raíces fueran brazos a tu sed y puentes a tu alma.
Tus palabras, eco de las ramificaciones que sostienen las hojas, palabras que se fueron haciendo oxígeno.
Así el oxígeno que venía de la fuente inagotable de tus palabras ayudó a que el fruto se embelleciera y a la par de las figuras literarias, inició el pacto entre la semilla y tu palabra.

Soy el árbol que no se corta, no se tala, ni se manda secar por encargo. Soy el árbol que cae ante la tormenta de tus ojos tristes, soy el árbol que cae cuando muere si no hay luz en tus ojos, soy el fango de la flor y del fruto si no tengo el oxígeno de tus palabras que se enraizaron a tu cuerpo de luz, de vida, de esperanza.